Al principio de la primavera pusimos una cama entera de pequeños jitomates, calabazas y varias hierbas de olor en el huerto. Desde el día que germinamos las semillas, las cuidamos con devoción como si fueran pequeños cachorros, procurando que nunca se quedaran sin humedad y que estuvieran en un lugar caliento al cual le diera el sol.

Cuando emergieron las primeras hojas verdes nos llenamos de emoción y con admiración fuimos viendo como iban creciendo y convirtiéndose en plantas vigorosas y llenas de promesas, hermosas hortalizas para disfrutar en el verano.
Cuando las plantas estaban suficientemente grandes y fuertes, las pusimos en la tierra.

Las dejamos con la promesa de regresar en la mañana siguiente para ver que todas hubieran resistido el traumático proceso que significa un trasplante, pero cuando llegamos emocionados al huerto vimos con mucha tristeza que una gran parte de las plantas no estaban, simplemente se esfumaron.
Como sabemos que las plantas no pueden ir de un lado a otro corriendo o caminando, la respuesta era clara ¡alguien se las había comido!, algún animal había decidido que eran su cena y sin mucha consideración para nosotros las devoro.
Así que en busca de una solución nos pusimos a averiguar quien era el culpable, entre los tantos bichos que merodean nuestra huerta el responsable resulto ser uno pequeño, el cual a simple vista parece inofensivo, la cochinilla, que también se conoce como bicho bolita.
En un principio me descontrolé, odie a ese pequeño bicharraco, lo maldije y pensé en como eliminarlo de la faz del planeta.
Cuando me calme comprendí que la cochinilla, al igual que a mí le gustaba comer las mismas plantas, y debido a que nuestra filosofía es la convivencia con otras especies, no era ético desaparecer de la faz de la tierra a este animal, por más enojada que estuviera.
Descubrí su poder destructor, un bicho de no más de un centímetro de largo había destrozado semanas de cuidados devorando un gran número de plantas en solo una noche, así que para llevar la fiesta en paz tenía que encontrar una solución para no perder el resto de mis plantas y que la cochinilla se fuera por otro camino.
La respuesta resultó ser bastante sencilla ¡trampas para cochinilla!, las cuales se hacen con solo 3 elementos, un vaso de plástico, fruta podrida y un pedazo de plástico negro.
En la cama de cultivo cada 50 cm nosotros enterramos un vaso de plástico al cual le hacemos unos pequeños agujeros en el fondo (muy pequeños, si no la cochinilla se puede escapar), les ponemos fruta en estado de putrefacción o casi a punto de pudrirse, después con un platico negro las cubrimos y listo.

El olor fétido de la fruta atrae al bicho, la cual al caer no puede volver a salir y los agujeros en el fondo son para que si cae agua en el vaso esta se filtre. Una vez cada semana limpiamos las trampas, cambiamos la fruta y listo. Todos felices, las cochinillas tienen un festín y nuestras plantas están a salvo.
Las cochinillas son devastadoras solo cuando la planta es muy pequeña, después ya no hacen estragos mayores, así que cuando las plantas son grandes y fuertes dejamos de poner fruta y la cochinilla deja de ir a visitar nuestra huerta.
Fantástico!
como siempre, gracias!
Gracias victoria!
Hola,
Estoy fascinada, no cabe duda que el Universo nos envía maravillas. Mi hija está en un grupo que se llama Transición Ensenada y he aprendido mucho de ella. Ahora veo lo que ustedes hacen y me emociona profundamente. !muchas felicidades!
Soy vegana y aquí encontré un lugar sensacional !