En mi casa desde pequeña la pasta era un platillo inamovible del menú, vengo de una familia con ascendencia italiana, y podría decir sin dudarlo que tenemos pasta en el ADN, con mi hermano a veces bromeamos sobre la necesidad que tenemos de comer pasta, lo cierto es que hay días que el cuerpo me pide a gritos pasta.
De los recuerdos más primarios que tengo, está sentarme en la mesa de mi abuela Clora frente a un plato enorme de pasta con una salsa de jitomate especular, ella tenía la tendencia a servir más de lo que uno era capaz de comer, en mi recuerdo eran montañas cuál Everest de pasta, si por alguna razón no dejabas tu plato limpio normalmente ella asumía que no te había gustado, así que uno tenía que dejar el plato completamente limpio y aunque a veces parecía difícil era tan sabroso que resultaba una tarea fácil de conseguir.
La salsa de tomate que aprendió a hacer mi madre, enseñanza de mi abuela, es la mejor salsa de tomate que existe a mi parecer y sin ánimos de ofender a ningún cocinero o chef, es inigualable, ella aunque aprendió de mi abuela que su vez aprendió de mi bisabuela, le puso su toque personal llevándola un paso más allá, no hay comida más reconfortante para mí que una pasta hecha a mano como los ñoquis o bareniques que hace de mi mamá con su salsa de jitomate, a la cual cada vez que la cocina le hace algo diferente, haciéndola muy difícil de igualar.
La pasta es un mundo aparte, tan solo en Italia hay 300 variedades de pastas y cada una tiene una razón de ser, algunas tienen cavidades pensadas para contener las salsas que llevará, otras son alargadas y funcionan mejor con salsas espesas y cada una de ellas es espectacular.
Se podría dividir el vasto mundo de las pastas en 2, las frescas y secas. Las frescas son aquellas se hacen a mano y normalmente tienen un tiempo de cocción mucho más corto, además se diferencian porque la mayoría lleva huevo en su receta, aunque hay sus excepciones. Las pastas secas, en cambio, son hechas en su mayoría de manera industrial y normalmente no llevan huevo, estas a su vez se clasifican en dos, las pastas largas (como es espagueti) y las pastas cortas (como el penne).
Las pastas frescas además de ser sabrosas son muy versátiles, podemos hacerlas de las formas que se nos ocurran, largas, cortas, rellenas, además podemos darles colores si les agregamos pasta de jitomate, tinta de calamar, extracto de betabel o espinaca, y cada una de ellas en nuestra opinión son maravillosas.
La receta estándar para hacer una buena pasta fresca es por cada 100 g de harina, un huevo y una pizca de sal, después la imaginación del cocinero será la que hará maravillas.
¡Al dente! Seguramente todos han escuchado la expresión al dente y hay muchas teorías de cómo descubrir cuando están en su punto, al dente dignifica al diente, y básicamente de lo que se trata es que debe estar firme cuando la comemos, normalmente en las pastas secas cuando la muerdes puedes notar que en el centro aun pareciera estar un poco cruda, pero está lo suficientemente cocida como para tener elasticidad.
Recuerdo como si estuviera ahí, la mesa de mi casa cuando yo apenas llegaba a la altura de la cadera de mi madre, donde junto a mis tíos putativos, mis padres y hermanos moldeábamos ñoquis, la harina volaba y las risas también, cuando siento la necesidad de comer pasta, solo lo calmará un buen plato y las remembranzas de mi infancia.
Ana Villa dice
Y la receta de la salsa!,,,
Citlalli Barberis Erenberg dice
pronto!!